Elogio al cómico en la guerra


Menos de 48 horas. Ese es el tiempo que tardó el cómico en decepcionar al tirano que dio por sentada su huida en el maletero de un coche, sorprender a tantos y enseñarnos a todos que conoce a la perfección la estrategia teatral de los ases en la manga.

Una semana. Ese es el tiempo que el cómico ha tardado en entusiasmar a legiones y convertirse en el ejemplo del líder humano y humanista que parecía haber desaparecido para siempre en este siglo y tanta falta hacía.

Se dice que su éxito se debe, sobre todo, a su experiencia en los escenarios. A que el cómico experimentado sabe comunicar, conoce el valor de la imagen, del vestuario, del plano y del tono. Pero eso son solo estrategias que cualquier influencer, comunicador, divulgador o propagandista 2.0 domina igual o mejor. Que se lo digan, si no, a cualquiera de los bots de Putin que campan por las redes.

No. No son los algoritmos, tecnología implementada para engañar, atrapar y esclavizar a las personas a través de sus egos, los ases del cómico. Nunca lo han sido. 

Los ases en la manga de Zelensky han sido y son el valor, que nunca se le presupone a un cómico, y el humanismo, que, desde hace tiempo, nunca se le presupone a un político.

En un mundo diseñado y dominado por líderes utilitaristas que promulgan el culto a la productividad y la eficiencia, a la tecnología y la ciencia, a la emoción aséptica y la emocionalidad superficial, a las relaciones líquidas y al exhibicionismo vacío, un hombre menudo, del que muchos dirían que no tiene media bofetada, capaz de sonreír con la ilusión de un adolescente y de argumentar con la contundencia del hombre de hierro, ha rescatado de la muerte al lado humano de la comunidad internacional hablando de conceptos como la unión, la lealtad, la libertad, la hermandad, la camaradería, el valor, la lucha, la ayuda, el sacrificio, la justicia y la entrega en medio de una terrible masacre. Y probando, con sus hechos, que los pone en práctica y cree en ellos. Hablando al lado de los suyos. Exhausto, con ojeras, la voz ronca y el rostro desencajado. Con los colores de una muerte exenta de maquillajes y atrezzo clavados en su retina. Poniendo su vida en juego bajo los términos de una arenga de Shakespeare.

Valor y humanismo ejemplares: los ases del cómico en la guerra.

Zelensky, el cómico en la guerra, ha dejado desnudos a los que se vanaglorian de estar luchando contra bozales y totalitarismos, contra élites, imperialismos o a favor de la autodeterminación de los pueblos, tecleando tumbados en sus sofás, enviando a las feministas a Afganistán, acosando y difamando a contrarios, mientras desoyen la desesperada petición desde Ucrania de voluntarios que defiendan esos valores a su lado.

Zelensky, el cómico en la guerra, ha dejado desnudos a los que, en un ejercicio de inhumana hipocresía, buscan excusas en la generalidad o en el pasado para esconder su falta de empatía con los que sufren hoy, ahora, en el presente, al lado, en esta particularidad (si se incendian sus antípodas, un ser humano se llena de dolor, pero cuando se incendia el bosque que tiene al lado, es cuando coge la manguera para sofocar el fuego, porque es ahí donde de verdad puede hacerlo y demostrar que está dispuesto).

Pero, sobre todo, Zelensky, el cómico en la guerra, ha dejado desnudos a los emperadores del mundo moderno y tecnológico, sus metaversos, sus estructuras y sus doctrinas utilitaristas y anti humanistas. Esos emperadores preocupados por levantar imperios virtuales, salvar entes abstractos y defender conceptos intangibles, empeñados en enfangar todo lo genuinamente humano y en destruir cualquier constructo humanista, porque, en su congelada emocionalidad, son incapaces de comprenderse, quererse y salvarse a sí mismos o a sus semejantes y cuyos prodigios se descubren inútiles para parar la fuerza bruta. Esos emperadores que se han puesto de perfil para fingir que no escuchan la voz desgarrada del cómico ni ven su dolorida mirada, mientras siguen intentando convencernos de que nuestra salvación pasa por ellos y las distopías anti humanistas que están construyendo, en las que ellos ganarán y el resto nos perderemos.

De nuevo, los titiriteros dieron en el clavo antes de que la realidad se descubriera: Don´t look up no era sátira, sino videncia.

Junto a esto, Zelensky, el cómico en la guerra, se ha convertido en el deslumbrante chispazo que ha despertado la voluntad, la conciencia y el alma humanas que andaban anestesiadas y presas. Todavía es pronto para saber si serán capaces de aguantar sin volver al sopor inducido. Pero lo que ha demostrado Zelensky con sus ases en la manga es que basta una pequeña luz para espabilarlas, que el humano moderno está sediento de humanidad.

El inesperado valor rebosante de humanismo del cómico en la guerra ha quitado caretas y puesto todas las cartas sobre la mesa: el progreso es un logro de las tecnologías y las ciencias, pero la libertad es un concepto formulado, nutrido y sostenido por las humanidades. Un mundo sin progreso, pero con libertad es una dura realidad; un mundo con progreso, pero sin libertad, es un sofisticado y pavoroso infierno en permanente retroceso.

La situación es tan dramática y desesperada, que quizá este elogio llegue tarde cuando se publique, pero, pase lo que pase, la lección que está dando Zelensky siempre quedará ahí. Gracias al presidente Zelensky, porque toda una generación de jóvenes tiene los ojos puestos en su ejemplo. Mucha mierda al cómico Zelensky, porque la necesita y la necesitamos todos con él. Y adelante. Siempre. Show must go on.

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