Calima en el alma


Si la finalidad de todo esto es averiguar hasta dónde puede resistir un ser humano, te advierto que me falta muy poco para rendirme y sucumbir.

La realidad lleva ya tiempo pesando demasiado y la calima ha llegado para poner las cosas en su sitio. 

Ha sido curioso, al menos en los lugares por los que me muevo, la calima ha traído mucho más silencio y pesadumbre que Filomena. Como si la naturaleza hubiera decidido retrasar el estallido primaveral que tanto se había adelantado y que amenazaba con enredarnos en un jolgorio artificioso y actuado capaz de llevarse por delante a tantas almas teñidas de sepia desde hace semanas. Y nosotros nos hubiéramos plegado a ese recogimiento forzado, pero sanador.

Desde que vi La Lista de Schindler, siempre me pregunté si hubiera sido capaz de salvar si quiera a uno. Ahora no se me va de la cabeza. Sin embargo, por más vueltas que le doy, no consigo encajar a la niña del abrigo rojo en nada de lo que hago o escribo. Y pesa. Como calima en el alma.

Consuelan siempre las palabras de un escritor; hoy, especialmente, las imaginadas para la arena del desierto y su belleza en medio de un conflicto: 
Amor mío, te sigo esperando, ¿cuánto dura un día en la oscuridad? ¿Una semana? El fuego se ha apagado. Empiezo a sentir un frío espantoso, debería arrastrarme al exterior, pero entonces me abrasaría el sol. Temo malgastar la luz mirando las pinturas y escribiendo estas palabras. Morimos, morimos, morimos ricos en amantes y tribus y sabores que degustamos en cuerpos en que nos sumergimos como si nadáramos en un río. Miedos en los que nos escondimos como esta triste gruta. Quiero todas esas marcas en mi cuerpo. Nosotros somos los países auténticos, no las fronteras marcadas en los mapas con los nombres de hombres poderosos. Sé que vendrás y me llevarás al palacio de los vientos. Solo eso he deseado, recorrer un lugar como ese contigo. Con nuestros amigos, una tierra sin mapas. La lámpara se ha apagado y estoy escribiendo en la oscuridad.


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